viernes, 3 de junio de 2011

TOMA DE LOS ESPAÑOLES


Toma de los españoles: la estafa del siglo XVIII

- Esta es la verdadera historia de la Toma de los Españoles. - Documentación inédita revela que el constructor de la obra, Josef Comte, se fugó dejándola inconclusa y con gran parte del dinero que se le había otorgado para la construcción. - Los vecinos fueron los perjudicados. 

Plano confeccionado por el arquitecto Josef Comte, en el año 1788.
Notas relacionadas

LA VERSION OFICIAL

La toma se construyó sin ningún inconveniente


Durante muchos años, la ciudad de Mendoza fue azotada por continuas crecientes producidas en épocas estivales; éstas causaban graves daños y pérdidas cuantiosas en edificios, fincas y solares de aquella aldea.

El vecindario se preocupaba, pero las reuniones efectuadas en el Cabildo nunca brindaban la solución al problema.

Muchos fueron los proyectos de construir una toma, pero los recursos -tanto humanos como económicos- impedían que se concretaran.

La iniciativa de los vecinos

Después de años de lucha, los pobladores tomaron la iniciativa de construir una pequeña compuerta en la entrada del zanjón y el río Mendoza -en Luján de Cuyo-. La precaria obra duró muy poco tiempo ya que una creciente la destruyó casi por completo.

Pasaron más de treinta años cuando por decisión del entonces gobernador intendente de Córdoba del Tucumán, marqués Rafael de Sobremonte, ordenó la construcción de un dique en el río para mejorar el riego en los cultivos y reducir el peligro de inundaciones provocadas por las crecientes. Dos años después de esta orden, Sobremonte estuvo en Mendoza e inspeccionó el lugar en donde definitivamente se debería construir la obra.

Se construye la toma de la ciudad

En 1788, y como hemos dicho, después de la visita de Sobremonte, el Cabildo llamó a licitación y fue adjudicada al arquitecto Josef Comte, quien presupuestó una cantidad de 6.000 pesos para la construcción. Los recursos fueron obtenidos e inmediatamente comenzó la construcción.

El arquitecto José Comte tenía experiencia en construcciones; había restaurado el templo y el colegio de la Compañía de Jesús y otras edificaciones de importancia en la provincia de San Juan y en la nuestra.

La obra consistía en un murallón triangular en medio del río, con sus caras laterales en ángulos rectos de casi tres metros de largo, y se respaldó con un muro unido que sirvió de estribo para darle mejor salida al agua de las compuertas. Constaba de aproximadamente dos metros y medio de espesor. La estructura del mismo se realizó con cal y piedras que se sacaron del lugar. Se aseguraron con abrazaderas de hierro emplomado que se emplearon en la construcción de dicho murallón. Se colocaron unas cien abrazaderas de éstas. A la construcción se le agregaron dos compuertas, una que daba a la ciudad y la otra que despedía el agua del río. Las mismas eran de madera con palos sueltos enmarcadas y tenían una manija en la parte superior. También poseían dos palancas de hierro en las puntas de los maderos.

Otras de las característica de este dique era un puente que abarcaba toda la muralla. En apariencia, la obra era excelente.

La construcción fue proyectada en 7 meses, pero se demoró mucho más. Entre otras cosas, en la obra trabajaron algunos reclusos. Aunque las compuertas alcanzaron a contener y distribuir el agua hacia los canales durante un tiempo, el rigor del río terminó destruyendo parte del dique.

En 1792, la toma fue totalmente abandonada. Las ruinas de aquella obra hoy son conocidas como “La toma de los españoles” y se la declaró monumento histórico nacional en 1986.


LA OTRA VERSION

El constructor se llevó miles de pesos de los fondos


Desde los primeros años del asentamiento de los conquistadores en nuestra provincia, se produjeron en Mendoza infinidades de inundaciones que afectaban a la población.

Por años, la burocracia y la falta de decisión por parte del Cabildo frenó la iniciativa de construir un dique para abastecer de agua y, a la vez, impedir el acostumbrado desborde del río.

Fue en 1715 que el alcalde Videla Salinas, en una forma dictatorial, abrió otro zanjón y acequia porque el agua afectaba su huerta. Unos años después se constató que la ciudad corría grave peligro ya que en una creciente hizo desaparecer una calle, muchos solares con todos sus plantíos y hasta el Cabildo, la iglesia Matriz, la Plaza Mayor y las casas de renombradas familias corrieron estuvieron en riesgo. Pero todo seguía igual que antes, sin establecer ningún cambio.

Los cabildantes se deciden

Casi doscientos años el cabildo y sus representantes se pusieron firmes y propusieron construir un dique de cal y canto con una compuerta en la toma del río pero luego de tres años más precisamente en 1759 se siguió discutiendo y se decidió que era imposible realizar esta obra, todo, por supuesto quedó en la nada. Poco tiempo después se realizó esta toma con un costo enorme, pero una creciente la destruyó y la ciudad, otra vez, se quedó sin derivador. Inmediatamente se propuso una nueva construcción, pero a ésta se opuso el convento de San Francisco.

Rafael de Sobremonte tomó la iniciativa

El marqués de Sobremonte se interesó por que Mendoza tuviera una toma o dique. Es por ello que en junio de 1788 llegó a nuestra provincia para inspeccionar el lugar del futuro dique y designó una comisión que le informó sobre cómo tenía que construir la obra. Luego de aquella visita se licitó la construcción adjudicándosele al arquitecto Josef Comte, quien pasó un presupuesto de cinco mil doscientos once pesos con dos reales. Este grandioso proyecto constaba de tres compuertas de madera y murallas de piedra con cal y canto.

El arquitecto estafador

Para Comte, esta fue su mejor oportunidad, ya que este profesor de arquitectura prometió con su proyecto el oro y el moro. Luego de que el Cabildo estuvo de acuerdo, se realizaron los contratos pertinentes y este involucró a un fiador solidario llamado Pedro Espínola.

La obra de la toma comenzó con grandes expectativas para todos los mendocinos ya que esto solucionaría un problema de larga data. Los sesenta obreros comenzaron a trabajar, pero un día el regidor Fernando Güiraldes observó la obra y tuvo un entredicho con Comte, ya que los posibles gastos eran mayores a los presupuestados. Esto le permitió a Comte aprovechar la situación. Misteriosamente desapareció de la ciudad, llevándose una considerable suma del efectivo y, por supuesto, dejó la obra paralizada.

La construcción fue reanudada en 1791 por el fiador Pedro Espínola. Concluida la obra fue destruida por una creciente y otra vez comenzaron los problemas.

En relación con el arquitecto Josef Comte, nunca se inició juicio alguno y perjudicó a todos los mendocinos.


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